Prevención
La única medida de prevención conocida para el botulismo del lactante es evitar darles miel a los bebés. La lactancia materna puede retardar la aparición de la enfermedad si se desarrolla. Luego de los 12 meses de edad, la mayoría de los bebés dejan de ser susceptibles al botulismo por ingesta de miel.

Aún no está comprobado que el rol de la lactancia materna y la alimentación con fórmula sean posibles factores que predisponen el desarrollo de la enfermedad. Todos los estudios hasta la fecha han identificado una asociación entre recibir leche materna y ser hospitalizado por botulismo del lactante 1-7. Este hallazgo ha dado como resultado, por un lado, una perspectiva que sostiene que la lactancia materna predispone el desarrollo de la enfermedad 3, 4, 6, mientras que la otra perspectiva sostiene que la lactancia materna retarda la aparición de la enfermedad lo suficiente como para que la hospitalización ocurra 1, 2, 8, 9. Sin embargo, entre los pacientes hospitalizados, la edad media en el momento de la aparición del botulismo del lactante en bebés alimentados con fórmula (7.6 semanas) fue significativamente menor y alrededor de la mitad en comparación con los bebés alimentados con leche materna (13.8 semanas). Además, los pacientes con botulismo del lactante de inicio fulminante que murieron en el hogar habían sido todos alimentados con fórmula. La relativa propensión de los bebés alimentados con fórmula y los bebés alimentados con leche materna a adquirir botulismo del lactante y la gravedad resultante de su enfermedad pueden reflejar diferencias en la disponibilidad de nichos ecológicos adecuados en la flora intestinal para el C. botulinum, diferencias en la disponibilidad de factores inmunes (como la lactoferrina y la IgA secretoria) presentes en la leche humana, pero no en la leche de fórmula,9  u otras diferencias aún no identificadas.

La miel es un depósito de alimentos identificado y evitable de C. botulinum. Si bien, en la actualidad, la mayoría de los casos de botulismo del lactante no son causados por la exposición a la miel previa a la enfermedad, es la única fuente de alimentación evitable de exposición a las bacterias que ha sido, sin dudas, vinculada a los casos de botulismo del lactante gracias a la evidencia de laboratorios y epidemiólogos 7, 10-18.

A la fecha, se conocen 33 casos en el mundo en los que C. botulinum se ha identificado en la miel y ha sido asociado con casos de botulismo del lactante. En cada caso, el tipo de toxina (A o B) de las esporas en la miel coincidió con el tipo de toxina (A o B) del C. botulinum que causó la enfermedad del bebé. La probabilidad de que dicha concordancia perfecta ocurra por casualidad es de menos de 1 en 10 mil millones. Las esporas del C. botulinum se han encontrado en la miel de los Estados Unidos, Argentina, Australia, Canadá, América Central, China, Taiwán, Dinamarca, Finlandia, Italia, Noruega, España, Japón, Kazajstán, Lituania y Polonia 18-30. Por estos motivos, todas las agencias pediátricas, de salud pública y de la industria de la miel más importantes de los Estados Unidos se han unido para recomendar que no se alimente a los bebés con miel. En el 2000, varias marcas de miel vendidas en los Estados Unidos comenzaron a utilizar una advertencia contra la alimentación de los bebés con miel. Una etiqueta similar apareció por primera vez en la miel británica en 1996.

Dos informes exigieron la consideración del posible rol del jarabe de maíz en el botulismo del lactante. En 1982, la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) encontró esporas de C. botulinum de tipo B en aproximadamente un 0.5 por ciento (5 de 961) de muestras minoristas sin haber sido previamente abiertas de jarabe de maíz claro y oscuro 23. Luego, el fabricante hizo cambios en el proceso de producción. En 1989, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron de un estudio epidemiológico de 2 años sobre casos estadounidenses de todos los estados, excepto California 6. Agrupando a los pacientes en subgrupos por edad y utilizando técnicas del modelo de regresión logística, los investigadores identificaron una asociación estadística entre la triada de la exposición al jarabe de maíz, la lactancia materna y una edad de 2 meses o más en la etapa de inicio de la enfermedad 6, 31.

En contraste con estos informes, una encuesta canadiense de 1988 no encontró ninguna espora de C. botulinum en 43 muestras de jarabe de maíz 21. Una encuesta de mercado de la FDA en 1991 de 738 muestras de jarabe (de las cuales 354 eran de jarabe de maíz claro y 271, oscuro) llegó a la conclusión de que ninguna contenía esporas de C. botulinum 32. Además, en un estudio epidemiológico de 1979 en el que simplemente se compararon las tasas de exposición al jarabe de maíz en 41 casos y 107 bebés bajo control, se detectó que la alimentación con jarabe de maíz era un factor de protección significativo contra la adquisición de botulismo del lactante de tipo A 19. La explicación ofrecida para la última observación consistía en que si un padre/una madre elegía jarabe de maíz como endulzante para el bebé, era poco probable que el niño haya sido alimentado con miel como segundo endulzante.  Por lo tanto, según la evidencia disponible en el presente, el jarabe de maíz no parece ser una fuente de esporas de C. botulinum ni un factor de riesgo para la adquisición de botulismo del lactante.

Las esporas de C. botulinum también han sido identificadas en el té de manzanilla al por mayor y empaquetado 33 y en el té de flor de tilo al por mayor 34, a pesar de que, a la fecha, no se han presentado informes con evidencia definitiva de laboratorios y epidemiólogos que vinculen un caso de botulismo del lactante con el consumo de té de hierbas.

Cabe destacar que, en la mayoría de los casos de botulismo del lactante, no se identificó ninguna fuente de esporas de C. botulinum, ni siquiera de manera circunstancial. En estos casos, es probable que la enfermedad haya sido adquirida al tragar esporas adheridas al polvo microscópico (invisible) del aire.

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